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Martes de Rocío en Cádiz: Tradición y Emoción

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Hoy, Cádiz ha despertado en un ambiente festivo, al compás del tamboril que rompe el silencio matutino. Es un martes único, el primero de la peregrinación hacia Almonte de la hermandad del Rocío, un día marcado en rojo en el calendario cofrade gaditano. Durante unos momentos, el tráfico en la arteria principal se detiene, permitiendo que una hermosa carreta tirada por dos mulos cruce el asfalto, un espectáculo que une a todos los gaditanos en una celebración de fe y tradición.

Alrededor de las nueve de la mañana, la hermandad inició su camino hacia Almonte, tras la emotiva Misa de Romeros en la parroquia de San José. Este año, el Simpecado se trasladó al altar mayor la noche anterior, preparándose para la despedida que siempre conmueve a quienes participan. La ceremonia fue presidida por el obispo diocesano, Rafael Zornoza, con la asistencia del alcalde, Bruno García, y otros dignatarios locales, quienes compartieron la devoción de este momento tan esperado.

Con una carreta más espléndida que en años anteriores, adornada con nuevos estrenos de orfebrería, los romeros gaditanos comenzaron su recorrido. La Virgen del Simpecado, luciendo un terno recién estrenado, ocupaba un lugar especial en su interior mientras los sones de la flauta y el tamboril acompañaban su marcha. A lo largo de la Avenida, los alumnos de escuelas como las Esclavas se alinearon a los lados, aplaudiendo y entonando vivas a la Virgen, un reflejo del fervor colectivo que envuelve a esta ciudad cada año.

En su trayecto, la hermandad hizo una primera parada a los pies de la Virgen del Rosario, donde se despidió de su Patrona, que aguardaba para el triduo de Pentecostés. Luego, la comitiva continuó hacia la plaza de San Juan de Dios, donde el alcalde y concejales brindaron su apoyo y buenos deseos antes de que la carreta girara hacia Santa María. Este recorrido fue especialmente colorido gracias a la presencia de la concejala de Fiestas, Beatriz Gandullo, vestida con traje de flamenca, y el concejal de Hermandades, José Manuel Verdulla, que acompañaron a los romeros con alegría y entusiasmo.

La jornada estuvo marcada no solo por los rostros familiares y conocidos de la hermandad, sino también por la presencia de nuevas generaciones. Familias enteras, con tres generaciones de rocieros, se unieron en este recorrido, algunos con vara en mano, otros con tamboril en mano, y los más pequeños viajando en carritos. Mujeres que debutaron como peregrinas capturaron momentos especiales con sus amigos antes de embarcarse en esta ansiada aventura, una experiencia que sus padres han transmitido a través de los años.

Así, el Martes de Rocío se convierte en un símbolo de unidad, fe y tradición, donde cada latido del tamboril resuena con la promesa de un año más de devoción hacia la Virgen. Cádiz, con su encanto y su historia, vuelve a ser testigo de esta peregrinación, uniendo corazones en un viaje de espiritualidad y amor por sus raíces.

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