Foto de basura en San Fernando.
Vivo en una ciudad que, lamentablemente, refleja un problema más amplio: la suciedad que nos rodea. Quizá al inicio creí que podía achacar esta percepción a un lugar específico, pero, profundizando en el tema, me doy cuenta de que lo que realmente sucede es que habitamos un país sucio, y tal vez expandiendo aún más esta reflexión, estamos inmersos en un mundo que se ha vuelto descuidado. Desde nuestra órbita terrestre, que llega a ser un claro reflejo de nuestra falta de atención, parece que el universo, tan vasto y colosal, contrasta con nuestro ego desmedido y nuestro pequeño lugar en él.
En San Fernando. Mi impresión, fundamentada en observaciones personales y datos, es que, aunque en encuestas se manifiesta una preocupación generalizada por el cambio climático, esa inquietud rara vez se traduce en acción. Esta desconexión es aún más palpable dentro de los poderes políticos, quienes parecen tener la capacidad de implementar cambios significativos, pero que a menudo optan por la inacción. Y ni hablar de los verdaderos titiriteros del mundo moderno, los poderes económicos, que parecen ignorar que sus mayores ganancias podrían derivarse de un compromiso serio con la sostenibilidad a medio y largo plazo.
Desde siempre he intentado ser una persona consciente de los retos ambientales. Hago lo que puedo dentro de mis posibilidades, aunque reconozco que mis esfuerzos están lejos de ser perfectos. La suciedad urbana parece dispersarse de diversas maneras; algunos desechos son recogidos, pero muchos otros son llevados por el viento, abandonados a su suerte en las aceras y espacios públicos. Ya, ni hablamos de los muebles abandonados en los contenedores y se pueden llevarse días en las aceras.
En respuesta a esta problemática, el Ayuntamiento parece haber tomado una postura de dejadez. Da la impresión de que solo existe la Plaza del Rey y sus calles adyacentes, como si el resto de la ciudad no tuviera igual importancia. Esto se hace evidente en la programación de eventos, prácticamente todos centralizados en esa área privilegiada, mientras que otras partes de la Isla quedan en un estado de abandono, invisibles a los ojos de quienes toman decisiones.
Es fundamental abrir los ojos ante la realidad que nos rodea. La limpieza y el cuidado de nuestro entorno no deben ser solo un deber individual, sino también un compromiso colectivo que involucre a las autoridades y a toda la comunidad. Solo así podremos aspirar a un futuro más limpio y sostenible.
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